EL DESAFÍO DE SER MUJER Y JUEZ: “TENEMOS UN PAPEL FUNDAMENTAL EN TODA ESTA DINÁMICA TRANSFORMADORA”

Entrevistada en marco de la Conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la Dra. Virna Eguinoa reflexionó acerca de un proceso estructural de cambio que tiende a una equiparación de la mujer respecto a sus pares masculinos en el ámbito judicial.

 

Virna Eguinoa tiene 41 años, está casada y tiene dos hijos. Actualmente es Juez de la Cámara Penal Nº 1 de la Segunda Circunscripción Judicial y anteriormente se desempeñó durante más de trece años como Defensora de Niñez, Adolescencia e Incapaces. Tuvo la oportunidad de capacitarse en la Oficina de la Mujer,  creada en el 2009 por la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) con el objetivo de impulsar un proceso de incorporación de la perspectiva de género en la planificación institucional y en los procesos internos, a fin de alcanzar la equidad de género, tanto para quienes utilizan el sistema de justicia como para quienes trabajan en él.

En marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, habló del desafío que enfrentan las mujeres frente a una dinámica transformadora que las encuentra ejerciendo cargos más altos en las distintas instancias, fueros y circunscripciones en la justicia.

 

Trayecto académico y  desarrollo en el ámbito laboral: ¿Por qué decidió ser juez?

En mi caso, tuve la enorme distinción de ejercer funciones como Defensora de Niñez, Adolescencia e Incapaces, durante más de 13 años, en donde en lo que aquí concierne, tuve la ocasión de poder capacitarme junto a otras distinguidas colegas en la Oficina de la Mujer, en la Corte Suprema de la Nación, y allí tuve la oportunidad de conocer a la Dra. Carmen Argibay, férrea defensora de los derechos de la mujer, comenzando a interiorizarme acerca de los procesos de diferenciación dentro del poder judicial tanto a nivel horizontal como vertical en cuanto a los funciones de jerarquía desempeñadas de pronto por la mujer.

A partir de ese momento comprendí que para el desempeño de puestos tales como la magistratura, en algún punto muchas veces las elecciones en otros tiempos se llevaron a cabo por motivaciones ligadas al ‘habitus del campo profesional como a la identidad de género, ambos construidos en relaciones sociales en las que la violencia simbólica es un factor elemental, que históricamente ha influido en la configuración del orden social sexual estructurado sobre la base de principios tradicionales de división sexual del trabajo vigentes tanto en el orden de la familia como en el del trabajo’[1], en la que las funciones judiciales no se han visto ajenas.

Con esto quiero decir que si bien ha existido una histórica división del trabajo, somos testigos de un proceso de transformación cultural en cuanto a las desigualdades de género, con un constante incremento de mujeres como fuerza de trabajo en la estructura general de la economía, no siendo ajeno el derecho.

Esto ha conllevado a que sea más notoria la presencia de mujeres en puestos más altos en las distintas instancias, fueros y circunscripciones en la justicia. A esto lo podemos observar en la estructura misma de nuestro poder judicial provincial.

Soy consciente que, antes que yo, muchas mujeres abrieron el camino de la magistratura en la provincia ejercida por nosotras, en donde paulatinamente puede observarse que en los procesos estructurales de cambio, se tiende a una equiparación de la mujer respecto de nuestros pares masculinos, en donde ya con menos frecuencia podemos hablar de segregación vertical, postura que refiere a la situación de que las mujeres son admitidas con menor frecuencia en los niveles ocupacionales más altos, caracterizados por puestos con mayor poder de decisión y mejor nivel de ingresos.

Esto último suena como alentador, y si bien la lucha es permanente y continúa, entiendo que es a lo que postulamos desde un colectivo que ha tenido similar acceso a la educación universitaria que los hombres, por lo que cuando decidí ser juez lo pensé desde el lado, además de mi vocación por supuesto, por sentirme de alguna manera agente del proceso de cambio.

 

Referentes: ¿Ha tenido alguna referente en el ámbito académico y laboral?

Como dije, la capacitación en la Corte fue un punto de inflexión a partir del cual cuestiones que quizás en mi caso tenía naturalizadas por no cuestionármelas, me hicieron reflexionar acerca de la situación de otras mujeres y en la responsabilidad que tenemos todos como sociedad, cada uno desde su lugar, para buscar un punto de inflexión en la construcción de la identidad profesional y de género, debiendo aunar nuestros esfuerzos en la búsqueda de las estrategias necesarias para que la plena inserción profesional de las abogadas (tanto en el ejercicio de la profesión libre como en la carrera judicial) sea el objetivo a seguir, para lograr la plena transformación de las desigualdades de género.

Desde luego que el hecho de formar parte de la Asociación de Mujeres Jueces de Argentina  (AMJA), en la que he podido conocer otras experiencias, me han permitido contar con otra visión más puntual del asunto.

 

En cuanto al desafío de ser mujer y juez, ¿Cuáles son las ventajas y desventajas que encuentran al ejercer esta función?

La verdad es que, dentro de mi ámbito laboral, no me ha tocado vivenciar una situación que refleje alguna clase de trato desigual por mi condición de mujer, más bien todo lo contrario, y quiero destacar el respeto mutuo de mis colegas en este sentido, por lo que yo no hablaría de un desafío en lo personal en relación a la propia función por mi condición de ser mujer, pero sí entiendo que esta que es mi realidad puede no ser la de todas mis compañeras magistradas, hablo de la magistratura en general, porque existen situaciones muy distintas en otras provincias o países. Sí considero que existe un desafío general en el sentido que las mujeres debemos saber que tenemos un papel fundamental en toda esta  dinámica transformadora.

 

¿Cómo es su mirada respecto al rol que ocupan las mujeres hoy en día?

Yo ingresé a la Justicia a un fuero (familia y niñez) que en ese momento era predominantemente cubierto por mujeres, lo que podría estar relacionado a la dualidad sexual que se vivenciaba en la profesión de la abogacía de acuerdo a la tradicional división del trabajo entre hombres y mujeres. Estas situaciones han ido variando paulatinamente con los años, se han reelaborado conceptos de la relación público-privado, operando cambios en los modelos de familia, por lo que como dije antes, si bien la situación no es la misma, queda un largo camino que recorrer todavía.

[1] GASTIAZORO, MA. EUGENIA, Género y Trabajo, mujeres en el Poder Judicial, Tesis Doctoral.

Redacción: R.Zitta/ G.Campana

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