ADOLESCENCIA Y AISLAMIENTO SOCIAL: UNA REFLEXIÓN SOBRE SUS DESAFÍOS

Tras las medidas vinculadas a la cuarentena obligatoria, decretada a causa de la pandemia por coronavirus, la psicóloga del Departamento de Psicología del Poder Judicial Miriam Inés Martínez, profundiza sobre el impacto particular en las subjetividades de las y los jóvenes.

En un nuevo aporte de la psicóloga del Departamento de Psicología de la Primera Circunscripción Judicial, Miriam Inés Martínez, explica que, en primer lugar, al intentar referirse al modo en que las y los adolescentes están transitando esta particular situación, es necesario ser cautelosos y evitar las generalizaciones, dado que las resonancias en el orden psicológico, si bien en algunos aspectos pueden presentar similitudes, tendrán que ver principalmente con la singularidad de cada adolescente.

Quedarse en casa, se consideró una medida imprescindible para frenar el ritmo acelerado de contagios del COVID-19 (coronavirus) y evitar el colapso del sistema de salud. El consecuente confinamiento en los hogares, ha tenido un impacto particular en las subjetividades adolescentes, dado que ésta es una etapa signada primordialmente por la necesidad de la vida junto a los pares, constituido por el grupo de compañeros y amigos.

No todos los jóvenes cuentan con los mismos recursos psicológicos, además también se dan diferencias asociadas al entorno familiar en el que están insertos y a las circunstancias específicas que cada uno atraviesa. Por otro lado, no podemos dejar de mencionar que las vivencias también van a ser diferentes dependiendo del estatus social, las circunstancias económicas y las condiciones habitacionales de cada familia.

En este sentido, decimos que el impacto es siempre subjetivo, porque es muy variado lo que ocurre en lo íntimo, en cada individualidad adolescente. Sin embargo, parecería que hay algunas sensaciones y sentimientos que son experimentados casi de manera colectiva entre los jóvenes, y que están asociados con la angustia de ver jaqueados casi todos sus proyectos y la falta de previsibilidad de lo que sucederá a lo largo de este año tan particular.

Si bien nos encontramos en una etapa de “cuarentena flexibilizada”, por lo que recientemente se han comenzado a poner en marcha algunos sectores de la economía y permitido las “salidas de esparcimiento”, que posibilitan una hora de salida recreativa en un rango cercano al hogar, lo cierto es que no se vislumbra la posibilidad cercana de retornar a las actividades sociales grupales (escuela, fiestas, bares, viajes de egresados, etc.)

La adolescencia es un momento de la vida en el cual se reconfigura y reorganiza el vínculo con los referentes parentales, lo que trae aparejado situaciones conflictivas, cuya intensidad dependerá en gran medida, de las características que precedentemente han tenido estos vínculos en la etapa de la infancia. En esta situación que nos toca enfrentar, puede suceder que los conflictos preexistentes se agraven con la cuarentena y que la hiperpresencia parental termine resultando abrumadora para los jóvenes.

Si tenemos en cuenta que el adolescente necesita generalmente poner distancia respecto a las figuras parentales, la convivencia permanente y la falta de posibilidades de salidas fuera del ámbito del hogar, pueden generar molestias, sentimiento de ser invadidos, de vivir los comentarios como intrusivos, dando lugar a actitudes agresivas hacia los miembros de la familia (padre, madre, hermanos/as) y consecuentemente a los sentimientos de culpa que suelen aparecer ligados a este tipo de conducta. De esta manera, se pueden incrementar los sentimientos de ansiedad, tristeza y la sensación de encontrarse abrumados.

También a veces sucede que a muchos adolescentes, el vínculo con sus compañeros y amigos, les facilita sobrellevar situaciones de conflicto presentes en el medio familiar, y en este contexto pueden experimentar la falta del sostén proveniente de sus pares afectivos.

En general, aquellas familias que aceptan más el disenso y la intimidad que necesitan cada uno de sus integrantes, son más propicias para que el adolescente experimente mayor bienestar, como así también posibilidades de manifestar sus sentimientos –que además en esta situación puede ser bastante fluctuantes- lo que seguramente les posibilitará tener una convivencia más llevadera.

Como ya se ha planteado, la adolescencia es una etapa que esta signada fundamentalmente por la gradual experiencia de salida del medio familiar (endogámico), lo cual está asociado a un proceso de autonomía progresiva que es esperable que acontezca en este momento del ciclo vital del desarrollo. Sucede que en el contexto actual, todo esto aparece coartado.

De pronto un enemigo invisible les impide el funcionamiento grupal, tan característico de la adolescencia, ver a sus novios/as, las juntadas con amigos/as, la previa del boliche, las fiestas, disfrutar de los espacios compartidos y las actividades sociales, ir al gimnasio, etc. Lo que les toca sobrellevar no es solamente el encierro, que no es poco, sino la privación de contacto con familiares cercanos, con compañeros y amigos.

La frustración puede ser muy grande porque son edades en las que empiezan a vivir nuevas experiencias, adquirir cierta independencia y autonomía, para dejar de manera paulatina de estar bajo el control permanente de los adultos.

Muchas veces intentan compensar la falta de contacto a través de la virtualidad, pero obviamente no es lo mismo la pantalla que el contacto presencial, cuerpo a cuerpo. Los y las adolescentes necesitan abrazarse, tocarse, saltar, hacer pogo, entonces aunque se intente compensar, incluso a veces con una sobreconectividad, finalmente pueden surgir sentimientos de soledad, tristeza y ansiedad.

Los especialistas refieren que entre las problemáticas más habituales que se han observado a raíz de la pandemia y del aislamiento social en los jóvenes, se encuentran presentes los trastornos y la desorganización del sueño, angustia, desanimo, tristeza por la pérdida de los proyectos.

En menor medida, también pueden darse situaciones en las que se experimente alivio por no tener que salir y contactarse con gente, en el caso de las inhibiciones y fobias, lo cual ya pertenece al campo psicopatológico.

Respecto de los cuadros más complejos, asociados a las adicciones, conductas compulsivas o de riesgo en adolescentes, que pueden presentarse o incrementarse en este contexto, es importante remarcar la necesidad de solicitar ayuda profesional.

En este aspecto, cabe destacar que el Gobierno de la Provincia de San Luis, a través del Comité de Crisis, el Colegio de Psicólogos y Psicólogos sin Fronteras, brinda un Servicio de Apoyo y Contención Psicológica, poniendo a disposición profesionales de la Salud Mental capacitados para intervenir en este tipo de situaciones.

A modo de conclusión, enfatizar que lo cierto es que la mayoría de las y los adolescentes está demostrando una enorme capacidad de resiliencia y de adaptación a las circunstancias sobrevenidas con esta pandemia.

Es necesario que los adultos, puedan escucharlos y empatizar con ellos, dejando de lado la mirada adultocéntrica. Respetar su necesidad de privacidad, estimularlos a la realización de actividades que les gusten, a que puedan organizarse, apelando a la sutileza y dejando de lado los modos imperativos y las sobreexigencias. También deben tener presente la importancia de los límites y de su función tranquilizadora, más allá de que frente a los mismos loa jóvenes puedan enojarse y/o confrontarlos. En tal sentido, el desafío puede ser también una oportunidad de crecimiento y de fortalecimiento de los vínculos familiares.

Autora: Lic. Miriam Martínez

Imagen: Internet

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