CLAUDIA ALLAYMÉ, SOBREVIVIR A LA VIOLENCIA MACHISTA PARA TRASCENDER

En 2008 su expareja la roció con nafta y la prendió fuego. Pasó tres meses internada en un Hospital de Mendoza. Tenía en ese entonces 27 años y dos hijos. Las llamas que la envolvieron esa tarde no lograron matarla. La carne viva le cambió la piel: dejó de ser la víctima que aguantaba los golpes para parir a mujer que desde Tilisarao lucha por la igualdad de derechos y trabaja para hacer flamear bien alto la bandera de la sororidad.

Claudia recorre los tribunales, los hospitales y las comisarías junto a otras mujeres. Viaja desde su Tilisarao hasta Concarán, Santa Rosa, Merlo o donde la llamen. Es una rutina que hace cada vez que alguna de esas mujeres sufre la furia machista. Entonces ella está allí, para acompañar, para contener y para informar que pasos debe seguir una víctima de violencia de género.

Conoce perfectamente el sentimiento que recorre en cada mujer golpeada, humillada. Sabe cuánto cuesta cada minuto de espera en un pasillo de un juzgado o una comisaría, de miradas que interpelan, de hacerse la dormida para que el tipo no la faje cuando llega a la casa de trasnoche, de quedarse aislada, de soportar los gritos y los puños.

Sus manos y brazos con los que abraza a cada una de esas compañeras que la llaman son un mapa de esa violencia que le quedó impregnado en la piel como un tosco tatuaje después de ocho años de maltrato físico, psicológico, económico y sexual, y que tuvo su punto máximo cuando su ex pareja, en junio de 2008, la roció con nafta y la prendió fuego.

 

 

Pasó tres meses internada en un Hospital de Mendoza bajo pronóstico reservado con quemaduras en todo el cuerpo. Tenía en ese entonces 27 años y dos hijos. Las llamas que la envolvieron esa tarde no lograron matarla. La carne viva le cambió la piel: dejó de ser la víctima que aguantaba los golpes para parir a una mujer que lucha por la igualdad de derechos, y trabaja para hacer flamear bien alto la bandera de la sororidad.

A contrapelo de la solidaridad, que implica un intercambio que mantiene las condiciones como están, la sororidad va más allá, ya que tiene como objetivo la modificación de las relaciones entre mujeres, y sugiere una ayuda mutua que genere cambios en pos de un mundo más amable para todas.

A sus 37 años, Claudia estudia abogacía y es la representante zonal de la Secretaría de Estado de la Mujer Ni Una Menos en Tilisarao. El miércoles participó del Cine-Debate que organizó el Poder Judicial de San Luis en la Villa de Merlo y un día después recibió en el Salón Blanco de Terrazas del Portezuelo un diploma de honor por su lucha constante contra la violencia de género.

 

Su expareja, Fernando Romero, fue condenado por la justicia de San Luis a 12 años de prisión. Hace no mucho se lo cruzó en San Luis capital porque el femicida goza de salidas transitorias. Ella lo denunció y aunque su presencia la llevó a recordar años oscuros de su vida, no le dio más del alimento que engullen los violentos, el miedo. Ella ahora está empoderada psicológicamente, como le gusta hacer hincapié. 

Como un árbol, Claudia soportó de pie los golpes de quién alguna vez le dijo que la amaba. La quemaron, pero su madera es fuerte y hoy da refugio y sombra a otras mujeres castigadas del camino. Sobrevivió a la violencia machista y ahora busca trascender desde el dolor y la palabra, en busca de nuevos y buenos amaneceres.

-¿En qué crees que podés ayudar a otras mujeres desde tu lugar?

Estoy trabajando en Tilisarao en el espacio Zona Norte de la Secretaría de Estado de la Mujer Ni Una Menos. Como jefe de área de Acompañamiento Integral realizo el seguimiento y acompañamiento de las mujeres que no se animan a denunciar solas. En la declaración no se interfiere, porque es lo que la mujer quiere contar, lo que ella quiere decir. Pero sí previo a eso, para que la mujer vaya organizada, para ver que quiere pedir, qué quiere hacer, para que los trámites en la justicia sean rápidos y las medidas inmediatas y eficaces. Veo en la mujer ante sus derechos que aún falta mucho por conocer. Las mujeres en particular y la sociedad en general, no está preparada para luchar legalmente, comprender lo que es una denuncia, comprender lo que es una exposición, comprender cuales son los derechos, conocerlos y hacerlos valer. No es una tarea fácil, nadie nació y nadie se preparó en la vida para eso.

-¿Crees que realmente hay un cambio de paradigma en la actualidad?

Si. Las chicas mismas me dicen ¿cómo hiciste vos? Y desde mi lugar yo tenía otra visión de las cosas. Primero tuve que trabajar internamente, sacar todo lo que yo tenía y aprender a corregir cosas que venían mal y comenzar desde ahí a ayudar a otras mujeres. No me lo enseñó ningún libro, ninguna universidad te enseña a salir de esto, pero sí podemos entre todos ayudar a las mujeres a salir y a decirles que la violencia tiene un final, y desde ese final se da un nuevo comienzo, porque en ese nuevo comienzo hay una transformación. Lo sentí conmigo día a día. Hoy por hoy soy estudiante de abogacía, tengo mi casa y que el día de mañana va a ser de mis hijos, tengo mi trabajo, pude independizarme y empoderarme de distintas maneras, pero principalmente el mejor empoderamiento es el psicológico. Cuando eso sucede llega lejos, creo que hasta no tenemos techo.

-¿Cuantos años viviste violencia?

Ocho años. Toqué fondo, llegué hasta encontrarme en una habitación en terapia intensiva en la ciudad de Mendoza vendada… todo el tórax, los brazos, parte de las piernas porque era la zona donante. Esta persona me roció con nafta y me prendió fuego; cuando la nafta me tocó la piel ahí comprendí lo mal que estábamos. Pero ¿qué hice yo para merecer esto? Es la peor pregunta que nos podemos hacer las víctimas, las que fuimos víctimas, porque estas justificando todo lo que el agresor hace.

-¿Cómo crees que se puede llegar a parar desde el Estado, desde la justicia, desde los distintos sectores, este flagelo que es la violencia?

Trabajando en redes, trabajando en red. Yo por ejemplo en el lugar que estoy, en el lugar que ocupo en la sociedad como organismo del Estado trato de trabajar día a día en redes. Lo peor que podemos hacer es hablar mal de otra entidad, sea policía, sea juzgado, sea hospital, sea Secretaría de la Mujer, sea Juzgado de Paz. Lo peor que podemos hacer es hablar mal y echarle tierra a otra entidad “si no vayas a la policía por tal cosa”, “si pero mira que la jueza fulano de tal siempre hace los mismo”. No, porque nosotros no sabemos en qué momento esa víctima va a caer o puede caer en un lugar donde nosotros estamos hablando mal, y que va hacer si ese lugar se lo pintamos de negro, ¿va a entrar o va a querer huir con su problema a cuestas?

-Claro se va a alejar

Exacto. Siempre digo que hay que trabajar en redes para poder ensamblar los eslabones y llegar a las personas con mayor claridad. Los Poderes tienen que respetarse entre sí para poder contener a una víctima y sacarla, verdaderamente, del estado en el que esta, en el que se encuentra viviendo, bajo una situación de violencia laboral, sexual, psicológica, intrafamiliar, económica, patrimonial, simbólica, mediática.

-En tu intervención en el Cine-Debate que se realizó en Merlo, dijiste que si hay algo que no tenés es miedo, que es de lo que se alimentan generalmente los agresores.

Si. El miedo a mí me paralizó durante muchos años. Ya el cuerpo, los hombros, la cabeza, el cuerpo se preparaba para recibir un golpe por miedo. Yo te puedo decir que se siente antes de recibir un golpe, durante el golpe y después del golpe. Que siente tu cabeza, tu psiquis, tu cuerpo. Es horrible, la peor de las humillaciones que te pegue alguien que tiene diez veces más fuerza que vos físicamente. Y saber que los niños tienen que correr a resguardarse debajo de las camas o detrás de una puerta y taparse los oídos. Todo ese cambió.

-Se cumple un nuevo aniversario donde se conmemora el Día Internacional de la Mujer. ¿Cuál es el mensaje que le darías a muchas de las mujeres que están atravesando situaciones de violencia?

Que no sientan miedo, que sean del rincón de la provincia que sean, que me llamen, que de alguna manera voy a estar, que siempre he llegado a lugares inhóspitos y que esta lucha es de todas. No es mía, no es de la vecina; es de todas, porque todas en algún momento de nuestra vida hemos sufrido algún tipo de violencia. Mi mensaje es que día a día tenemos que ser más mujeres unidas porque la desunión nos va a debilitar y va alimentar al enemigo, que es el patriarcado.

Redacción: E. Jofré

Colaboración. M. Moreno.

Foto de portada: Gentileza Equipo ETA en el marco del programa “Periodismo en Juego”.

 

 

 

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