Una treintena de voluntarios recibió este sábado su diploma en el Salón Blanco del Palacio de Justicia. La ministra del Superior Tribunal de Justicia, y presidente del Instituto de Capacitación e Investigación del Poder Judicial, Dra. Lilia Novillo, participó del acto de colación.
Narices naranjas, guardapolvos personalizados, pelucas de colores y risas contagiosas modificaban el paisaje sobrio que caracteriza al Palacio Judicial y convertían al Salón Blanco en un escenario atípico y original para llevar adelante un acto académico: el egreso de 35 payamédicos, flamantes voluntarios y voluntarias que se dedicarán a realizar intervenciones escénico-terapéuticas con juegos, música, fantasía y magia en hospitales, salas de salud, fundaciones y otras instituciones públicas.
La pintoresca colación se realizó el sábado pasado a las 17 horas y fue el cierre de un año de intenso trabajo, entre clases de paya teatralidad y paya medicina. La jornada contó con la presencia de la ministra del Superior Tribunal de Justicia, y presidente del Instituto de Capacitación e Investigación del Poder Judicial, Dra. Lilia Novillo.
“Felicito a los nuevos payamédicos y admiro el trabajo solidario que semanalmente realizan en hospitales y fundaciones junto a niños, niñas y adultos. El año pasado tuvimos el gusto de que participaran de las jornadas que realizamos en las escuelas y espero que este año podamos concretar nuevos proyectos”, expresó la ministra.
Durante el acto, los flamantes payasos solidarios ocuparon la platea central del salón y fueron los principales receptores de saludos y felicitaciones que a través de mensajes grabados devolvía una pantalla multimedial que se había ubicado de espaldas a la calle 9 de Julio.
En las sillas colocadas sobre los costados, un público distinto al que suele concurrir al Salón Blanco miraba expectante. Eran niños y niñas que acompañados de sus familiares imitaban los movimientos de la comunidad payasesca y las solicitudes de los locutores del acto.
Uno de ellos fue Martín Fígaro, payamédico desde el 2017, quién explicó cuál es el sentido de este grupo que en la actualidad suma más de 70 voluntarios, con un promedio de 40 a 50 intervenciones por día.
“Nuestra tarea es netamente solidaria. Con el humor y la imaginación buscamos aportar nuestro granito de arena en momentos difíciles que un niño, niña o adulto, atreviese en un hospital, o en un geriátrico”, contó Martín.
NADA LIBRADO AL AZAR
Nada de lo que define a un payamédico o una paramédica es azaroso. Ni el color de la nariz que usan, ni los guardapolvos, ni el lenguaje. Hay todo un trabajo meticuloso detrás de escena que se pone en juego en cada intervención con el paciente, o mejor dicho, el “produciente”.
“Los llamamos así porque el paciente espera, pero el produciente produce con nosotros”, explicó Fígaro y añadió: “En nuestros trajes no usamos nada que tenga que ver con sangre, ni con cruces ni costuras. Por eso nuestra nariz es naranja y no roja, no llevamos cordones; las telas son lavables y no usamos ni juguetes ni osos de peluche que puedan transmitir o transportar algún virus”.
El payamédico, además, cuida su vocabulario. Nunca se expresa con palabras negativas ni que remitan a cosas tristes. “Se utiliza un vocabulario específico. No decimos ni hola, ni adiós; y trabajamos mucho la fantasía, la creatividad”, indicó Martín Fígaro.
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