LA ESCUELA EN CASA: SU IMPACTO EN LA ESTRUCTURA FAMILIAR

Miriam Martínez, psicóloga del Departamento de Psicología del Poder Judicial, profundiza sobre el desafío de los padres de continuar con la educación de sus hijos en el hogar, en este contexto de aislamiento obligatorio, en el que se suspendieron las clases presenciales en los niveles educativos inicial, primaria y secundaria.

La propagación mundial del coronavirus, ha cambiado rotundamente la rutina no solo de las personas adultas, sino también de niños, niñas y adolescentes, en diferentes ámbitos de la vida, como en el trabajo, en la escuela, en las relaciones sociales, entre otros.  

En este marco, Miriam Inés Martínez, psicóloga del Departamento de Psicología de la Primera Circunscripción Judicial, analiza la situación de las familias frente a las exigencias y complejidades que implica posibilitar la llegada de la escuela a la casa, tras la decisión del gobierno de suspender las clases presenciales en los tres niveles educativos (inicial, primaria y secundaria).

La pandemia del COVID-19 (Coronavirus) y el consecuente  aislamiento social, preventivo y obligatorio, decretado por el Gobierno Nacional, ha colocado a las familias y al sistema educativo ante un verdadero desafío, que consiste en continuar con la educación de los niños, niñas y adolescentes, más allá de que las escuelas hayan tenido que cerrar sus puertas.

Esta realidad condujo a la necesidad de diseñar planes para que la educación pueda continuar dentro de los hogares. Con este objetivo, el sistema educativo generó y activó herramientas y espacios de aprendizaje virtuales. Ello trajo aparejado la necesidad de adaptar la dinámica familiar, para dar cumplimento con los requerimientos escolares, lo cual no ha significado una labor sencilla, sino más bien todo lo contrario.

Los inconvenientes que las familias refieren son múltiples: se cae el sistema informático en plena clase por zoom, internet funciona lento y no logran descargar los contenidos, algunos chicos y chicas se resisten a hacer la tarea, surgen quejas por la cantidad de actividades diarias que se asignan desde los distintos espacios curriculares, los padres y madres manifiestan carecer de herramientas pedagógicas y de conocimientos específicos que posibiliten acompañar el aprendizaje, y un sinfín de situaciones que no hacen más que dar cuenta de un escenario muy complejo.

Esta realidad plantea exigencias particulares a los adultos responsables de las familias, teniendo en cuenta además que todos estos requerimientos escolares, llegan en una situación excepcional, en la que prima la incertidumbre, los miedos vinculados a enfermar, las preocupaciones económicas que atraviesan muchísimas familias, la angustia, el sentimiento de extrañar la presencia de familiares no convivientes y amigos, la ausencia de la red de sostén con la que suele contar la familia: abuelos, tíos, niñeras, etc., quienes muchas veces alivianan y ayudan a descomprimir las exigencias vinculadas a la crianza.

Para los niños, niñas y adolescentes, el hecho de tener que permanecer en sus casas y de no poder ir a la escuela, implica la pérdida de algo muy valioso: la vida con su grupo de pares, con sus compañeros y amigos. En este contexto, algo de lo exogámico se torna endogámico, muchas veces generando confusiones y situaciones de conflicto. Por otro lado, también se produce la pérdida de la autonomía y  de la privacidad de todo lo que se despliega en el contexto escolar, como un espacio diferente de la casa, los padres y la familia. Esto acarrea un sufrimiento emocional, resultando necesario que la familia facilite espacios y momentos para poner en palabra las emociones y sentimientos. En este sentido, el ejercicio de la parentalidad debe centrarse en la empatía, la comprensión, la escucha, la contención y el afecto. Ser padre, madre, hijos e hijas en tiempo de pandemia, presenta inevitablemente sus singularidades.  

En este punto la pregunta sería, ¿cómo podemos transitar este camino que nos toca recorrer como familia y sociedad, de la mejor manera posible?

Oscar Amaya, director del Servicio de Atención y Orientación Psicopedagógica (SAOP) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), afirma que “hay que tratar que el momento de la tarea sea una escena más cercana a los placeres que a una escena de los malestares”.

En este sentido, es primordial acompañar, sin invadir un espacio de aprendizaje que necesita ser propio de cada niño, niña y/o adolescente, generando oportunidades, por ejemplo para aprender a organizar y gestionar sus tiempos, apuntando a que puedan ser protagonistas y no meros receptores pasivos en el proceso de aprendizaje. Intentar limitar nuestra presencia a las necesidades específicas que se les vayan presentando, fomentando el sentido de responsabilidad y compromiso con los requerimientos escolares de este tiempo.

Todo esto se encontrará sujeto, por un lado a la edad del niño o niña, como así también al posicionamiento previo en relación a la escuela, sin embargo, es importante pensarlo como un tiempo que puede resultar valioso para adquirir nuevas herramientas que fortalezcan el proceso de aprendizaje. No debemos cometer el error de asumir sus responsabilidades en lo que tiene que ver con la realización de las tareas escolares.

Sin pretender impartir una “receta” que verdaderamente no existe, teniendo en cuenta que cada familia presenta sus particularidades, hay algunas cuestiones que pueden resultar útiles:

– Fijar un lugar y un horario destinado a la realización de las tareas, que brinde marco y ordenamiento al trabajo pedagógico. De ser posible sostener el horario escolar habitual.

– Anticipar las actividades de casa día, muchas escuelas están otorgando al inicio de semana el cronograma diario de actividades, lo cual ayuda en la organización.

– Sostener hábitos para facilitar la concentración y la atención que requiere el trabajo pedagógico: apagar pantallas que no sean necesarias, preparar anticipadamente los útiles y el material que se va a necesitar, etc.

– En los más pequeños es importante sostener la temporalidad, para que puedan saber en qué mes estamos, que día de la semana es, qué fecha, qué estación del año.

– En el nivel inicial, el juego sigue siendo primordial, en esta etapa del desarrollo evolutivo, los niños y niñas aprenden a partir de lo lúdico.

– En relación a los adolescentes, probablemente sean quienes estén sufriendo el aislamiento de manera más intensa, ya que en esta etapa la necesidad de independizarse del grupo familiar es muy fuerte, sienten que pierden autonomía, algunos incluso posibilidades que no podrán recuperar, por ejemplo, quienes se encuentran en el último año de la secundaria, puede resultarles muy frustrante pensar que probablemente muchas de las actividades grupales que tenían planificadas no podrán realizarlas. En estos casos, es fundamental respetar sus momentos de independencia e intimidad, estar más comprensivos y empáticos con sus sentimientos y emociones, hacerles sentir que están acompañados pero no controlados de manera agobiante.

Las familias y las escuelas, se encuentran ante un desafío inédito y, aunque todavía resta caminar un poco más en este sendero, los expertos en educación aseguran que después de la pandemia no volveremos a pensar en el concepto de “escuela” con las mismas imágenes ni expectativas.

Autora: Lic. Miriam Martínez

Imagen: Internet

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